Las perrerías que aguanta una bici Martínez
A esta bicicleta Martínez BH de los años 60 le hemos hecho tantas perrerías que no comprendemos cómo puede seguir aguantando. Quizá la declaración del dueño original al verla, el que la rescató y cedió (y la perdió para siempre) a la actual dueña, dé una idea:
Esa bici… es cierto que tiene historia, pero lo que de verdad tiene y la hace única es tu apego a ella… y ¡¡¡esa peazo cadena pintada de blanco!!! Nunca había visto en mi vida tanto glamour en una sola bici.
Cierto, es cierto todo. Sobre todo lo del apego. La historia de esta bici daría para una película… Ejem, o al menos para un vídeo de YouTube, que desde ya prometemos. Esta fue la respuesta de LA Martínez actual dueña (y torturadora) de la bici:
Es preciosa. Siempre lo ha sido. A pesar de todas las perrerías que le he hecho, a las que la he sometido… ¡¡¡Una BH siempre sobrevive!!! Es IN-CRE-Í-BLE lo que es capaz de soportar esta bicicleta. Hasta yo, que la someto a tales perrerías, me sorprendo.
Esta bicicleta fue rescatada de un basurero rural vallisoletano hará unos 25 años. Era azul, en el fondo era azul, la típica BH azul de los años 60, como estas otras dos que también forman parte de Los Martínez Banco de bicis, pero con la pintura y mecánica en muchísimo peor estado.
Mil y una perrerías
Rápidamente fue desmontada (las BH de aquella época tienen cuatro piezas contadas y todas se abren con una sola llave), pintada de amarillo vivo y decorada con margaritas recortadas en papel adhesivo.
Poco duró: le sentaba muchísimo mejor el verde. Y las flores se marcharon tras dos reposiciones debido a la lluvia. Entonces fueron sustituidas por espirales blancas, pintadas a mano con paciencia y Titanlux.
De esa guisa pasó un curso académico universitario funcionando a pleno pulmón, los de su usufructuaria cuando no fumaba, entre El Rastro y la Ciudad Universitaria madrileñas.
Iba con un solo freno, el delantero y de varillas, para más inri, y usando una gorra hippie como casco pero, eso sí, mascarilla quirúrgica para responder a amables policías municipales que en plena Gran Vía le preguntaban a LA Martínez si estaba loca por circular así.
Sus momentos de gloria
Anótese que hablamos del año MIL NOVECIENTOS NOVENTA Y TRES = 1993.
Volvió al pueblo, volvió al bidón de ácido y a la lana metálica y volvió a tener un único color: plata. Una joya. Por eso desde entonces la llamamos Gema.
Volvió a Madrid, volvió a circular por la Gran Vía y, hace ya más de cuatro años, se convirtió en una de las primigenias Martínez que dieron origen a este bisnes de alquiler de bicicletas para eventos.
Desde entonces ha sido protagogista de acciones y eventos como el catálogo de fotos para bodas de Monsa, el culmen para una bicicletita huérfana de Valladolid recogida de los arrabales. My fair Lady, vaya, en castellana.
Ahora acaba de sufrir su enésima transformación y, de momento y desde el fin de semana del World Pride madrileño, es blanca. Blanca inmaculada. Blanca con sus complementos en negro. Blanca boda. Blanca… y Gema. Gema Blanca Martínez.
Simplemente bella… ¿o no?
Nótese que en ningún momento hemos dicho que esta bicicleta haya sido restaurada.
Sabemos que los puristas de la restauración, entre l@s que nos encontramos, aunque sea de ladito, se echarán las manos a la cabeza.
Y sabemos que a los cicleros y cicleras concienciad@s, entre los que nos encontramos bien centraditos, les parecerá de entrada una ghost bike, las bicicletas fantasma que desgraciadamente recuerdan cada ciclista muerto en cada punto (sobre todo urbano) donde hallaron el atropello que lo causó.
Lo sabemos. Y lo sabemos porque lo sentimos. Sentimos las bicis.
Y para todo ello tendríamos respuesta, si no fuera porque todas se resumen en esta: ¿No es PRE-CI-O-SA esta BH ahora BLANCA de los años 60 que tantas perrerías sabe aguantar?